Desde el aire, sentados en el vuelo comercial que nos lleva al Chocó, tras descender a 10 mil pies y atravesar la nubosidad de un departamento caracterizado por la frecuente pluviosidad, divisamos el verde de una selva repleta de fauna y flora exuberante. Así inició mi SENA en la selva “Un Chocó bello y exuberante”.

Hemos trazado una agenda de visitas y sitios, lo que nos permite, a su vez, seguir en la ruta de nuestros instructores y funcionarios que se movilizan en todo medio disponible para llegar hasta el último rincón, donde un colombiano lo necesita.

En el día 2 son las 7:00 a.m. y nos encontramos con el equipo de producción para realizar esta aventura. Contratamos al lanchero Felipe que será nuestro guía y el encargado de la seguridad de las personas. Vamos acompañados de Wilson Galeano instructor SENA que accedió a contarnos su experiencia.

“En época de verano, el río se puede ver afectado por la sequía, lo que impide una navegabilidad adecuada. En invierno, por el contrario, una empalizada o troncos sueltos nos pueden generar dificultades. Sin embargo, esta vía nos permite llegar a sitios que pueden estar a 10 horas de navegación, así mismo otros que, además, exigen camión o lomo de mula”, aseguró el instructor Galeano

Definimos como destino dos poblaciones cercanas. “Pipe” el balsero nos cuenta que hay una comunidad indígena cercana a la que se muestra como un atractivo cultural para los turistas. Así arrancamos suavemente navegando de manera lenta para poder capturar imágenes de las riveras.

Pasadas unas horas llegamos a la comunidad Baudata, donde nos reciben niños y jóvenes que alegremente comienzan a reunirse en una de las malokas con el fin de mostrarnos algo de su cultura, pero todos obedecen a la voz de un líder, Gabriel.

Somos testigos de la ejecución de algunos bailes y la elaboración de artesanías, de los que creemos que siempre están predispuestos a realizar. Somos testigos de una interesante coreografía y de sus manifestaciones artesanales ancestrales que premiamos con emotivos aplausos a su generoso ofrecimiento.

“Nos gusta lo que nos han enseñado algunos de los instructores SENA, para nosotros la siembra de maíz y frijoles es importante”, indica el indígena Gabriel, con un español claro.

A través de su testimonio, nos enteramos que la Entidad ha llegado a ellos con cursos cortos en manipulación de alimentos, principalmente. Esto con el fin de mejorar la salubridad, acción que adelanta el SENA en muchas de las comunidades indígenas, en diferentes departamentos del país-.

Es hora de partir y nos despedimos de esa comunidad inmersa en un fragmento de la selva ribereña del río Atrato, una caudalosa corriente que nos lleva de regreso hasta Quibdó, la capital departamental. 

Durante nuestro regreso visitamos algunos otros caseríos, sin ahondar en sus ancestrales historias. Pasado el mediodía arribamos al sitio de desembarque, a orillas de la sede del SENA Regional Chocó.