"Es hora de cambiar el chip. Los machistas deben entender que estamos al mismo nivel de los hombres. En el Siglo XXI muchas cosas que estos hacen ya las podemos hacer nosotras, así como ellos hacen otras que antes solo hacíamos las mujeres".
A sus 22 años,
la aprendiz Alejandra Arango la tiene clara. Por eso, habla con firmeza acerca
de la equidad de género. Ella es una de las 50 mujeres que se están formando en
los dos programas técnicos en Operación de Maquinaria Agrícola que se imparten
en el Centro Agropecuario de Buga (CAB), gracias a una alianza con el gremio
azucarero de la región.
Recientemente, la joven oriunda de Buenaventura y 21 de sus compañeras, apoyadas por el Ingenio Riopaila Castilla, participaron en el primer Bootcamp -escenario de entrenamiento y competencia técnica y de habilidades blandas- de arme y desarme de un motor a gasolina de cuatro tiempos. El propósito del ejercicio, afianzar sus conocimientos y habilidades como operarias de tractores, cosechadoras y otras máquinas para el campo.
"El Bootcamp nos permite demostrar nuestras capacidades contra el reloj y bajo presión. Cada persona es un mundo aparte, pero dejando de lado las diferencias nos podemos enfocar como grupo para trabajar unidas y lograr nuestras metas", explica Alejandra.
Mediante la articulación con el sector privado, el SENA ha podido desarrollar este proyecto de inclusión y equidad de género, para que un total de 50 mujeres del Valle del Cauca y Cauca se formen para hacer un oficio tradicionalmente desempeñado por los hombres.
"Mi anhelo es trabajar haciendo lo que me gusta y estoy estudiando en el SENA con estos equipos, máquinas y los motores", recalca la aprendiz Adiela Mestizo Yúnez, enfundada en un overol caqui, mientras habla con sus compañeras de competencia y pide algunas herramientas.
Ella es desplazada, esposa. También madre de tres menores de 14, 12 y 7 años. Todos los días se levanta a las tres de la madrugada para dejar listos desayunos y almuerzos, antes de embarcarse en una travesía de más de dos horas en bus, desde Florida, al suroriente del Valle del Cauca, hasta Buga, en el centro del mismo departamento.
Para Adiela, cuya familia huyó de la violencia en Toribio (Cauca), "tener hijos y pareja no es impedimento para avanzar, porque lo más importante es vencer el propio miedo". Por eso, reitera: "Mi familia es el motor de este sacrificio y me dan todo su apoyo en este proceso".
La alianza con
Riopaila llevará a la vinculación laboral del 50% de estas mujeres.
Durante el bootcamp, las participantes se dividieron en dos grupos para asumir el reto de desarmar un motor a gasolina en ocho horas o menos y armarlo luego en el mismo tiempo.
Al hablar del proceso, el instructor del CAB, Diego Hernán Rojas, revela que las 22 aprendices que participaron trabajaron previamente con legos, para luego desarmar y armar el motor.
"El método utilizado es el concreto pictórico abstracto con instructores que trabajan de manera integral. El ejercicio incluyó cuatro pasos: primero, el instructor dice y hace, y el aprendiz observa y analiza; segundo, el aprendiz dice y el instructor hace; tercero, el aprendiz dice y hace, y cuarto, los aprendices hacen y el instructor supervisa", complementa.
Por su parte, el subdirector encargado del CAB, Albeth Martínez Valencia, destaca sobre la estrategia: "Se busca que los campesinos fortalezcan las competencias técnicas y blandas, incluyendo el trabajo en equipo y bajo presión, el liderazgo y la toma de decisiones. En estos momentos en los ingenios hay una gran demanda de operarios de maquinaria, por lo que se decidió abrirles espacios a las mujeres, cuya organización, destreza y operatividad iguala, o en ocasiones supera, a los hombres", expresa el funcionario.
Las aprendices provienen de municipios como Bugalagrande, Candelaria, Florida, La Paila, Palmira, Pradera, Tuluá y Zarzal, en EL Valle, así como Puerto Tejada y Santander de Quilichao, en el Cauca.